Bueno, bueno, bueno…
El que escribe lo hace ya desde Venice Beach, en el corazón
de Los Angeles. Son las 8,45 hr de la mañana y ya llevamos un buen rato en pie
y hemos tenido tiempo de visitar la playa y darnos un primer bañito en el
Pacífico. Pero hoy toca hablar de ayer.
Tras nuestra última conexión en Madrid salimos rumbo al
aeropuerto de Barajas donde nos dividimos en tres grupos que tomaron tres
rumbos diferentes si bien con un mismo destino. El grupo más numeroso viajó con
US Airways vía Filadelfia. En el primer aperitivo de 8 horitas algunos pudimos
recuperar algo de sueño y vernos unas cuantas pelis. Al llegar a Filadelfia ya
llevábamos 12 horas de viaje en el cuerpo y el cansancio era notorio. Nos
comimos, como habíamos prometido, una belísima Baconator y nos pillamos un
vuelo algo más chusta a Los Angeles. 6 horas.
Por su parte, Zunzu fue el más afortunado del grupo,
viajando desde Londres con Air New Zeland. Una aerolínea “top rated” y tuvo una
experiencia mucho más agradable. El Puma viajó con Iberia a través de Chicago y
pese a estar a punto de perder su vuelo, consiguió no quedarse atrás.
Aterrizamos en esta
mastodóntica ciudad a las 6 de la mañana hora de Madrid. Llevábamos 24 horas
danzando, nuestro depósito entraba en reserva. Nos conseguimos localizar con
bastante rapidez y fuimos a recoger nuestra Dodge Van de 7 plazas. BELÍSIMA!!!!
Con el Zunzu al volante y el Chelas de guía, surcamos las
caóticas arterias principales de Los Angeles en dirección a Santa Monica, donde
Gonzalo y sus primas nos esperaban en un bar español llamado “El pincho”. Al
llegar (con relativa facilidad) y tras los abrazos y saludos pertinentes, la
chica del bar anunció el cierre y nos fuimos a una taberna inglesa para
hidratarnos un poco. Nos enchufamos 5 pintas y nos acabamos agarrando un ciego
muy importante. A las 3 de la mañana fuimos en busca de un Karaoke de la zona,
a enseñarles a estos gringos un poco de folclore, pero estaba todo cerrado en
Venice Beach. Los lunes no hay mucho ambiente por aquí, al parecer, así que nos
dirigimos a casa de Gonzalo, un apartamento en típica urbanización de patio
interior como Melrose Place, y abrimos las botellas de Johnnie Walker que
habíamos adquirido en barajas. Nos echamos un par de copas y nos fuimos a sobar
a las 3. Tras más de 30 horas de periplo.
Respecto a la zona, la verdad es que como dice todo el
mundo, esto es como si ya lo hubieras vivido. Las calles están tan frescas en
la memoria de todos que no termina de resultar desconocido. Está muy guapo, la
verdad. Esta mañana en la puerta de entrada del edificio había una nota del
Ayuntamiento que decía: Zona de rodaje. Aquí tu casa puede ser el escenario de
la siguiente película.
Esto es California, esto es Hollywood.
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